UNA GUÍA ESPECIAL, SE OBSERVA A SÍ MISMA CONSTANTEMENTE

«La preparación que nuestro método exige del maestro es el examen de sí mismo, la renuncia a la tiranía. Debe desterrar de su corazón la vieja costra de la cólera y el orgullo; humillarse, revestirse de caridad».

María Montessori

María Montessori nos invita a estar en continuo estudio, observación y atención a la filosofía del Método Montessori pero sobre todo a uno mismo, para tener una retroalimentación y encontrar el punto de balance en cada una de las presentaciones que se le dan a cada niño.  Una guía Montessori que busca el bienestar del niño:

Está en constante observación de si misma. 

Es sabia como “conocedora de la naturaleza” -más que como manipuladora de instrumentos- por su actitud de servicio y su actitud de científica. 

Tiene una actitud clara, serena, firme.

Es un ser humano amoroso, generoso, sensible, cooperador al desarrollo de la vida.

Tiene un alto nivel de Desarrollo Humano.

Se conoce y aprende de si misma.

Siente un profundo interés por la vida.

Tiene dignidad personal.

Su relación con el niño debe estar fundamentada en la confianza.

Tiene una actitud de respeto hacia los niños y todos los demás.

Está en constante preparación práctica, profunda y mística.

Vive enamorada de su quehacer educativo.

Entiende y descubre la esencia y hace suya la presentación.

Prepara y practica lo que va a ofrecer al niño.

Da lecciones de Gracia y Cortesía.

Da las Cinco Grandes Lecciones.

Da todas las presentaciones.

Su actitud exige observación hacia sí misma y hacia el niño.

Su deber es el de acompañar más que juzgar.

El verdadero trabajo mental que realiza nutre el espíritu.

Tiene una profunda fe en el niño mismo.

Confía en el interés espontáneo del niño.

Alberga sentimientos de admiración.

Su personalidad es humilde y paciente.

Percibe al niño como un ser humano, una entidad misteriosa no comprendida, es en este ser humano, con la dignidad de un ser humano en el que está interesada, más que en un grupo de principios psicológicos.

Tiene fe en la vocación que ha escogido.

Cuenta con un profundo amor por el niño.

Es capaz de guiar al niño en su camino del desarrollo, siempre que como adulto pueda recordar la enorme importancia de la humanidad y relacionarse verdaderamente.

Lo mejor de una guía está en su esencia, buscarla y dejarla aflorar es un trabajo diario que nunca termina. 

 

 

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