Comparto con ustedes unas reflexiones que escribí después de leer las «Ponencias de San Remo», una serie de conferncias dictadas por la Dra. Montesori, que forman parte de la literatura que se maneja en el Curso para Guías de Casa de los Niños.
De la primera ponencia me quedo principalmente con la belleza de los momentos que compartí con los niños durante la preparación de la exposición del mudra en la presentación de inglés. La riqueza de la espiritualidad del niño está siendo asaltada por los bombardeos de la vida cotidiana y es difícil para ellos encontrar un camino hacia su interior.
Así como es sumamente importante que los niños tengan un ambiente preparado para que puedan desarrollar sus sentidos, su pensamiento matemático, la riqueza del lenguaje o el orden que les dan los ejercicios de vida práctica, ellos necesitan de las vivencias espirituales en momentos enfocados específicamente en ese espacio interior.
Siempre he sentido la necesidad de fomentar este tipo de prácticas, sobre todo después de leer el libro sobre el desarrollo de la espiritualidad en un ambiente laico. Todo lo que nos rodea está sabiamente compuesto para darnos las pistas que nos llevan al camino interior. Es por eso que necesitamos enfocar al niño en esos detalles.
Sin embargo …¿Qué tanto se prepara el adulto para poder guiar en este camino interior? Si bien es cierto que cultivar a la humanidad significa precisamente activar las energías psíquicas ocultas que existen e el niño, permitiéndole desarrollar la belleza, también es cierto que, mientras el adulto no se decida a dar el salto hacia adentro, bien poco se puede hacer.
La capacidad creativa no se borra ni se acaba, simplemente se queda adormecida. Es indispensable despertarlay para eso es necesaria la actitud positiva y la voluntad.
Entonces, doy un salto a la segunda ponencia y encuentro una relación maravillosa con la primera. La actitud positiva y la voluntad, enfocadas a la meta deseada, propician la solidaridad. El ser humano no puede vivir solo y necesita de los demás para realizar sus propias metas. La actitud positiva es el impulso que promueve la unidad entre las personas hacia niveles espirituales superiores. La fortaleza de un grupo se sostiene precisamente en esa actitud positiva de querer ayudar y ser ayudados. Un círculo que no tiene inicio ni fin, se da consecutivamente, agradecer y dar, dar y agradecer, tender la mano y halar mientras se siente el apoyo del ser que se hala.
Una vez más, perfecta unión entre una ponencia y otra ya que me doy cuenta de que, cada uno de los logros de la humanidad, se basa en los grupos sociales: descubrimientos, arte, todo está ligado de una u otra forma a la solidez de estos grupos. El más importante: la familia en la que el niño es el punto de partida y unidad. Por lo tanto, ¿quién más importante que el niño para la evolución de nuestra especie?
Si el niño es la base de la sociedad y a partir de su existencia se han desarrollado los grupos humanos que han formado las culturas de las que nos derivamos, la mente absorbente es sin lugar a dudas la piedra angular, la que recibe y guarda testimonios de lo que se ha vivido. Esta es transmitida por medio de los genes generación tras generación dando así lugar a la evolución.
La capacidad creativa del niño queda al descubierto mediante el desarrollo del lenguaje, del movimiento y del uso de la mano para expresar esa inteligencia y usarla para su propio desarrollo.
La sociedad es la escuela más importante, ya que sirve de ejemplo directo al niño, de ella toma todo lo necesario para evolucionar, por lo tanto, si la sociedad está corrompida, el niño no encontrará ese ambiente preparado en el que pueda florecer. Las leyes naturales le dan la capacidad de desarrollarse en el medio e el que le haya tocado nacer.
Si la sociedad como conjunto es responsable de dar al niño un ambiente en el que pueda desarrollarse, quienes, por amor y vocación, tomamos la responsabilidad de compartir el proceso de desarrollo de los niños de manera cercana, debemos ser absolutamente conscientes de que en nuestras manos están almas en desarrollo: psique-cuerpo-espíritu abiertos totalmente para absorber el ambiente que les ofrezcamos.
Es prioritario dar lo necesario para que ellos deseen obtener más, para que esa capacidad creativa crezca y se desarrolle por medio de investigaciones y trabajos en equipo que fomenten la sociabilización solidaria y fortalezcan el espíritu. Todo está relacionado, nada puede ir por camino separado.
Y el cierre magistral de la última ponencia. Darse cuenta de que, en la medida en que se creen espacios preparados para que la evolución del niño se dé en forma óptima, la humanidad tendrá un futuro brillante, tal como lo imaginaba María Montessori cuando comenzó a soñar en el Hombre Nuevo. La unidad mundial es posible en la medida en la que el niño esté expuesto en un ambiente que le ayude a sacar de su propio interior lo mejor de sí mismo.
Así como muchas deficiencias y desórdenes psíquicos tienen su origen en la infancia temprana cuando no se expone a ambientes positivamente preparados, la cura y el camino hacia una humanidad mejor está en un solo punto: el amor.
El amor que es la fuente de transformación, el amor incondicional que se dona a sí mismo sin expectativas, sin excusas ni pretextos, un amor puro como el del niño que no busca complacer sino entregarse para conseguir la felicidad mutua del que da y recibe.
El hombre no es malo por naturaleza, no recibe la maldad en los genes, por lo tanto, si el amor es la base de nuestras sociedades, los niños tienen el futuro de la unidad mundial en sus manos.
Unas manos que podrán realizar su tarea en la medida en que nosotros, como educadores que hemos decidido ser, les otorguemos el ambiente preparado para que el progreso de la humanidad y la paz del mundo puedan ser posibles.
Y después de esta reflexión, tengo la satisfacción de decirme a mí misma que, si bien es cierto que debo mejorar en muchas áreas, también es cierto que mis acciones día tras día son más, mucho más que enseñar inglés.
Me siento satisfecha porque sí estoy conectada con el espíritu que movió a María Montessori: el amor.
Amo lo que hago. Nunca perfecta, siempre perfeccionable.
Tita Llerandi.